Jotillas bufandonas.

Sí.

Otra persona amargada con necesidad de un blog para poder criticar, en lugar de hacer algo, y todo ese rollo. Otro personaje rezagado del internet. ;)

Así que ayer fui al antro. Al 7 pecados - un lugarcito relativamente nuevo, con su dotación de gente fea, drogas, pose, cuarto oscuro y un área pop donde sólo se puede tolerar con unas cinco cervezas encima (no quería decir adentro, porque luego les vienen malos pensamientos, y eso es ¡PECADO!) Como sé que no mucha gente leerá este blog, iré al grano:

¿A quién se le ocurrió que ponerse una bufanda, sin necesitarla en realidad, y para ir al antro, es una buena idea?

Sólo por si alguna jotita bufandona se cruza por aquí:

• La bufanda no te da (o quita) seguridad.
• No se te ve bien.
• No te hace ver cool, tampoco.
• Las de colores chillantes son especialmente irritantes. No te las pongas.
• Ese aparente rito de apareo (que decides darle el nombre de baile), con el cual torturas a la bufanda jalandola de las puntas, mientras ésta tiene que rozarse con tu cuerpo de tripa bulímica sin camiseta y encima aplaudes, no es nada sexy. No ahora, no antes, no después.
• ¡Ah!...y no se te ve bien.

No sé de dónde salió esta así-llamada moda, pero una de mis teorías es que es el silencioso efecto pernicioso mental que nadie anticipó cuando importaron música de Martha Sánchez de España y ese maldito reggaeton de Puerto Rico. Aunque México también tiene algo de culpa (te estoy viendo a tí, Paulina Rubio).